“Mientras haya gente que elija dar clase, hay esperanza”

En el marco del día del maestro, charlamos con Tere Bertarelli, quien terminó recientemente una extensa carrera como docente en Esclavas y Escuelas Pías, y con su hijo Gonzalo Echevarría, profe del Obispo Caixal.

El viernes 25 de agosto no fue un día más para Tere Bertarelli. Fue el último día de trabajo en una carrera como profe de literatura que la vio por las aulas durante 35 años. Esa misma tarde, con la emoción aún a flor de piel por el último encuentro con sus alumnos y colegas, nos recibió en su casa de barrio Juniors para charlar del difícil pero también maravilloso mundo de la educación, junto a Gonzalo, uno de sus hijos que siguió sus pasos.

¿Cómo es la realidad de la tarea docente en la actualidad?
Yo estuve en dos colegios ordenados y con la normativa clara pero la educación en general ha ido acompañando estos tiempos de turbulencia, con la influencia de la tecnología, papás que trabajan mucho… El ámbito educativo se ha puesto complejo.

¿Qué necesita hoy la educación?
Hay ciertos pilares: un docente comprometido y apasionado por lo que hace, una presencia fuerte de los clásicos, entendiendo por esto aquello que ha perdurado en el tiempo, de la presencia de aquellos hitos que han marcado la historia; y no desprestigiar la memoria, no como recurso para recordar datos inútiles sino para atesorar un bagaje que es solo tuyo.

¿Ha sufrido muchos cambios la profesión?
A lo mejor yo soy como de una línea tradicional y a veces se ponen de moda ciertas cuestiones que no por nuevas son buenas. Las aulas no pueden ser escenario de un show. Es cierto que deben incorporar cuestiones de la realidad, repensarla, reflexionar… pero a veces lo sustancial es hacer un corte con lo cotidiano para dar una formación sólida.

¿A qué te referías con el concepto “el aula no puede ser escenario de un show”?
Se insiste mucho en que los profes tenemos que hacer lo posible para que los alumnos se entretengan, que no se aburran. O se revaloriza lo lúdico, el juego. Y a veces he visto que no importaba que eso no estuviera lleno de contenido, solo importaba que la pasaran bien. Tiene que haber algo en el aula que tenga un peso específico, los alumnos necesitan algo con densidad para contrarrestar lo volátil de lo que viven en el afuera. Y estudiar es un esfuerzo, es un trabajo. A veces parece que nos ha invadido la cultura de lo fácil, de lo rápido, de que con poco alcanza.

Los valores de la escuela

¿Se ha perdido la cultura del esfuerzo en la formación de los jóvenes?
El aula es un espacio donde se conjuga mucho esfuerzo: Del que da la clase y del que aprende. A veces, en algunos colegios basta con que estén adentro, que no tomen la calle. La escuela tiene una gran función social pero me parece que asistimos a un momento en que se ha desvalorizado a la escuela como un espacio de formación y en algunos casos es sólo un lugar de contención.

¿Hay tendencia a la flexibilidad en distintos aspectos, como disciplina y exigencia?
Sí, es así. Yo creo que cada cosa que se hace en la escuela como norma tiene su sentido. Desde el uniforme hasta determinados ritos, como izar la bandera. Sí hemos tenido que flexibilizar algunas cuestiones pero hay una sensación de que hay que dar más explicaciones y argumentos de cada cosa que la escuela y los profesores hacemos.

Entre los sinsabores y la pasión

Gonzalo Echevarría es hijo de Tere y también profe, como ella. Dicta materias de administración en el Obispo Caixal.

Y en tu caso, Gonzalo, ¿cómo ves la profesión de enseñar?
Si hay algo que tengo claro es que nadie que quiera ganar dinero es docente.

No es por plata la cosa (Risas)
Sin duda que no (Risas). La actividad docente es injusta en muchos aspectos y solo se contrarresta esa gran dosis de injusticia con la pasión. Las personas que dedican su vida a esta actividad tienen una pasión por lo que hacen que contrarresta el mal salario, el desprestigio social, el tiempo extra que uno trabaja en casa.

¿Por qué hablás de “desprestigio social”?
Solo con ver las escalas salariales ya te das cuenta que no es una tarea socialmente valorada. No da prestigio ser docente en Argentina. Ni siquiera eso es un móvil. La razón sigue siendo la pasión y la convicción de transmitir algo que mejore la sociedad. Yo sigo creyendo que la educación puede generar cambios.

¿Lo de “injusto” pasa por lo salarial estrictamente?
También digo que es injusta porque muchos de esos cambios que uno busca generar en los alumnos no se ven en el momento sino a largo plazo. Muchas veces el docente siembra y siembra en los pibes y la cosecha se ve cuando ya se fueron del colegio. El fruto no lo ve.

Tere: Además, la escuela tiene mucho más demandas que en otras épocas y eso ha hecho que el ámbito escolar se ponga más ruidoso y esté más exigido por todos los actores de la comunidad educativa. A veces solo deberíamos pedirle que enseñe hábitos, que ejerciten el arte de pensar, de argumentar y en las cuatro habilidades básicas: escuchar, hablar, leer y escribir.

“A mí me ha fascinado siempre el rol de mediadora entre el mundo de la cultura y los alumnos (…) Me he divertido mucho en el aula y he sido feliz”. (Tere)

El futuro de la educación

¿Hacia dónde va la educación? ¿Cuál es el futuro de las escuelas?
G: El sistema está obsoleto. Hoy, por la tecnología y las comunicaciones, estamos hiperconectados con miles de opciones de acceso a información inmediata. Si tengo un chico superestimulado con tablet, notebook, celular y yo tengo que acaparar su atención con un pizarrón del siglo XIX y una tiza, es prácticamente imposible. En eso está desactualizado, en la práctica áulica.

¿Qué medidas tomarías, si pudieras, a favor de la educación?
T: Hace falta capacitación durante el desarrollo del trabajo. En esto la docencia debería copiarle a la medicina: Ateneos permanentes, revisar la propia práctica, confiar en que los docentes puedan armar sus propios proyectos. Yo creo que, a medida que crecemos, somos mejores profesores, por lo que te enseñan los colegas y los mismos alumnos. En los últimos años de carrera, el docente tendría que tener menos horas frente al aula y capacitar a los más jóvenes o elaborar proyectos para la escuela. Y se debería pagar, además de las horas efectivas de clase, el tiempo de trabajo fuera del aula.
G: Yo me acuerdo de chico que mi papá nos llevaba a la casa de mis tías en Arguello y mi vieja se quedaba corrigiendo. ¡El domingo, el día que hasta Dios descansó! (Risas).

La felicidad en el aula

¿Qué es lo que da más satisfacción o gratificación de la tarea?
G: Intentar promover un cambio. Mejorar la situación, ya sea de un alumno o de muchos. Cuando uno se queja de los males de la sociedad y se dice “nadie hace nada”, yo siento que asumo parte de mi compromiso al educar… así aporto mi grano de arena. Y lo gratificante es ver los resultados.

T: A mí me ha fascinado siempre el rol de mediadora entre el mundo de la cultura y los chicos. Que pongan ojos de asombro ante un buen libro, que puedan manejar el idioma, que puedan apropiarse de autores e historias. La palabra da poder. Yo me he divertido mucho en el aula y he sido feliz. Uno ve huellas, nada es en vano. Y con todo respeto hacia otras disciplinas, en literatura no estudiamos objetos muertos: un libro revive cada vez que alguien lo lee.

¿Qué te genera que tus hijos también hayan elegido la docencia?
Me da orgullo. Me gusta y me parece que quien ha crecido con padres docentes entiende algunas cosas más acerca de la profesión que quien no ha vivido eso. Que Gonzalo y Eugenia hayan elegido la educación seguramente tendrá que ver con la huella que le han dejado otros maestros y también la influencia familiar. Para buscar que el mundo sea mejor, como Gonzalo recién manifestó, la intimidad de las aulas es un ámbito privilegiado. Mientras haya gente que elija dar clase, hay esperanza.

Gonzalo agredece a su mamá esas palabras y ratifica el concepto de perseguir sus ideales de transformar la sociedad a través de la enseñanza.

“La razón de ser docente sigue siendo la pasión y la convicción de transmitir algo que mejore la sociedad. Yo sigo creyendo que la educación puede generar cambios”. (Gonzalo)

Tere Bertarelli, aún emocionada por cada recuerdo intacto de su trayectoria en las aulas desde 1981 , se despide de sus alumnos y colegas con la felicidad de quien ha cumplido con pasión y entusiasmo la maravillosa y trascendente tarea de educar a los jóvenes.
Felicitaciones, Tere.