Pablo Giesenow. Nada es imposible

Él es un vecino de General Paz que perdió las dos piernas en un accidente hace dos años. Sin dejarse caer, volvió a trabajar con más energía aún y hoy entrena para participar en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 

El 22 de enero de 2015 Pablo, un abogado del barrio que reside en calle Catamarca, viajaba en su auto desde Córdoba hacia Las Heras, Santa Cruz, para visitar de sorpresa a su padre que cumplía años.  

Cerca de Santa Rosa, La Pampa, una lluvia copiosa deja la ruta inundada. La visibilidad era casi nula. Pese a no ir a alta velocidad, por la superficie mojada del asfalto, pierde el control del vehículo y empieza a dar trompos. El auto impacta contra el guardarrail y éste se incrusta a través de la puerta del acompañante y directamente le amputa las dos piernas por debajo de las rodillas.  

Todo ocurrió en segundos. “De la rodilla para arriba no tenía ni un rasguño”. Como estaba completamente consciente, todo era dolor y desesperación. “Me veía las piernas cortadas, veía sangre, hueso… todo lo que te imagines”, cuenta Pablo. 

Estuvo casi media hora así atrapado en el auto hasta que llegaron bomberos, policías y médicos. Allí lo trasladan hasta Santa Rosa. “Todos fueron muy profesionales y muy cuidadosos. Hasta el día de hoy estoy en contacto con los bomberos y médicos (…) Ellos me salvaron la vida”. 

Los médicos le explicaron más adelante que no cualquiera podría haber sobrevivido a semejante pérdida de sangre. “Este chico no murió porque llevaba una vida sana (…) Eso fue clave”, le comentó el cirujano a sus familiares.  

Pablo siempre hizo deporte como hobbie, no fuma, mantiene una buena alimentación y no tiene ninguna enfermedad crónica. Eso habría sido decisivo para resistir la hemorragia. 

Tras la pesadilla, la recuperación 

Giesenow estuvo una semana internado en La Pampa tras la operación de urgencia y de ahí lo trasladaron a la Clínica Vélez Sársfield, en nuestra ciudad. Después comenzó el largo proceso de recuperación y rehabilitación. Primero, durante siete meses, en silla de ruedas.  

“Al mes del accidente ya estaba de nuevo con la cabeza en el trabajo (…) Volví a tomar contacto con los clientes, iba a mi estudio jurídico en el centro, tratando de retomar mi vida habitual y enfocar mi cabeza en eso”, relata.  

Allí Pablo descubrió todas las limitaciones en infraestructura que tiene Córdoba. La ciudad, claramente, no está adaptada para quienes deben manejarse en silla de ruedas. Ni siquiera en el Tribunal de Cuentas, donde él trabaja en el primer piso, tenía acceso. No hay rampa, ni ascensor y su oficina está en un primer piso por escalera. “Cuando puedas subir, volvé”, le dijeron.  

“En mi edificio del estudio jurídico subía por la rampa de la cochera, que es mucho más empinada”, describe el vecino.  

“En todo Córdoba hay escalones. Los taxis no te paran… Te ven en silla de ruedas y pasan de largo”, cuenta sin ocultar su bronca. “La ciudad no está adaptada”, concluye.  

Pese a todo, meterle para adelante” 

“Desde lo anímico, fue un desafío enorme”, afirma el vecino. Esa fue siempre la mentalidad de Pablo: Superar las adversidades y los obstáculos. No quedarse quieto, no rendirse. A los siete meses consiguió acceder a las prótesis, sus nuevas piernas en cierta forma.  

“Cuando tuve las prótesis, mi primer objetivo era lavarme los dientes parado. Después, cada día los objetivos van creciendo. Después quería andar en bicicleta y correr… y eso ya lo estoy haciendo”, comenta.  

Actualmente, Pablo entrena todos los días. No solo corre y hace ciclismo sino también natación. No para. También soñaba con volver al futbol pero “los jugadores que hacen adaptado tienen al menos una pierna, por eso no puedo”, lamenta.  

A pesar de eso, los avances han sido increíbles. “Todavía siento dolores y molestias pero trato de mentalizarme en que no existen”, comenta con una actitud impresionante.  

Vamos por más 

En noviembre del año pasado, a Pablo lo contactan de la Agencia Córdoba Deportes. Silvio Tranquilli, vocal de la repartición y responsable del área de deporte adaptado, lo invitó a una reunión con el titular de la Agencia en ese momento, Oscar Dertycia. “Me ofrecieron entrenar ahí, me pusieron a disposición gimnasio, profesores y pileta, todo con vistas a competir en el futuro representando a la provincia”, relata Giesenow todavía emocionado por la propuesta. 

Durante todo diciembre Pablo entrenó en el Kempes y a partir de este mes retorna a las prácticas con miras a representar a Córdoba y Argentina en un futuro no muy lejano.  

“En el Kempes me dijeron que iba a entrenar, no a rehabilitarme”, subraya. “Te vamos a dar todo para competir como un atleta más”, le aclararon, tratándolo igual que a cualquier deportista.  

Más oportunidades 

A fuerza de optimismo y energía positiva, nuevas puertas se fueron abriendo.  

El año pasado también, Gustavo Díaz, propietario de una ortopedia en Alberdi, lo invitó a ser parte de un proyecto para el atletismo adaptado. “La idea principal era preparar un competidor para los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 y acá estamos. Ese hoy es mi objetivo máximo”, cuenta con emoción.  

La ortopedia de Díaz le facilitó el acceso a unas prótesis más avanzadas que le permiten entrenar mejor.  

A partir de allí, su meta más alta es participar del triatlón: natación, ciclismo y atletismo. “Nadar y andar en bici ya lo hago bastante, desde mediados de 2016. En el Kempes hay un velódromo y ahí hago 15 kilómetros en bici”, nos cuenta.  

Compartir la experiencia 

A medida que la vivencia de Pablo se va conociendo, sigue cosechando muestras de apoyo. El gimnasio de Roma al 100 le ofreció su espacio, profes y todo lo que necesite para continuar su entrenamiento.  

Pablo también quiso destacar la tarea de la kinesióloga Lucrecia Giraudo, de calle Ovidio Lagos, que hizo un gran trabajo para su rehabilitación.  

El abogado visita a niños que han sufrido amputación para animarlos con su experiencia. “A mí me pasó lo mismo que a vos y ahora camino, corro y ando en bici”, ha sido el diálogo con uno de ellos.  

“Lo que quiero transmitir es que a veces nos hacemos grandes problemas por cosas pequeñas. Yo no pretendo ser un ejemplo, solo dar un mensaje positivo, de ir para adelante pase lo que te pase”, reflexiona.  

“Me ofrezco para charlar con gente que esté pasando por esto u otros problemas. Pero también para que nos demos cuenta de valorar la vida y la salud”, nos dice Pablo.  

Distintos medios de comunicación, La voz del interior, Canal 12 y Teleocho entre otros, relataron el caso de Pablo. “Este accidente me llevó a la fama”, bromea con un humor envidiable.  

Vivir sin límites 

Pablo acaba de cumplir 40 años (el 2 de marzo) y está muy lejos de bajar los brazos. Tiene dos hijos – Máximo (15) y Delfina (11) – y su novia con la que vive en calle Catamarca. “Mantengo la relación que tenía con ellos y hacemos todo lo que podemos como antes”, comenta en cuanto a sus nenes.  

“Yo tenía una vida intensa y activa. Un día te despertás y no tenés las piernas y lo más fácil es deprimirse y dar lástima. Yo tenía una vida y quería recuperarla lo antes posible”, asegura. 

“No sé si voy a llegar a Tokio, pero el camino lo quiero hacer… Quiero que el entrenamiento me sirva para la vida”, dice Pablo con todo un optimismo arrollador. “¡Si llego, quiero una medalla!”, exclama.  

Sea cual sea el resultado, el proceso ya es un triunfo que corona esta increíble historia de perseverancia y fortaleza.  

“Hace un año mi objetivo era lavarme los dientes parado y hoy estoy pensando en un juego olímpico”