Este vecino de barrio Pueyrredón quedó cuadripléjico a los 19 años, tras un accidente en su viaje de estudios. A pesar de esa tragedia personal, que lo dejó en silla de ruedas, logró salir adelante apoyado en la fe y sus afectos. Pese a las adversidades, se recibió de diseñador industrial en la Universidad Nacional de Córdoba.

Con el riesgo de caer en un lugar común, lo primero que vas a pensar al leer esta nota es que muchas veces nos preocupamos o quejamos por cuestiones irrelevantes. La experiencia de vida de José Luis, un vecino de Pueyrredón que quedó cuadripléjico en plena juventud y que superó la tragedia para crecer como persona, es un testimonio de un valor incalculable.

Contanos tu experiencia
El 27 de diciembre de 1991 mi vida cambió por completo. Estaba en Bariloche disfrutando de mi viaje de egresado de quinto año cuando, en una excursión, tuve un accidente que me dejó cuadripléjico, con respiración asistida y otras graves complicaciones de salud. Con muchas dificultades pudieron traerme a Córdoba, al Hospital Italiano, donde estuve internado tres meses y medio en terapia intensiva y otros cuatro meses y medio en sala común.

¿Cómo fue esa etapa de la internación?
Los primeros tres meses, muy difíciles; tuvieron que hacerme una cirugía en la columna cervical para evitar problemas en un futuro. Al cuarto mes, estando ya en mi habitación, comenzó el gran milagro. Al principio podía respirar por mis medios sólo tres minutos porque me fatigaba a pesar de que tenía una traqueotomía. Luego, con mucho esfuerzo propio y de los fisioterapeutas, pasé a respirar 5 minutos, luego 10, luego 15, hasta llegar a estar todo el día sin respirador. Este proceso duró aproximadamente 45 días.

¿Cuándo pudiste liberarte del respirador?
El 31 de julio de 1992, día de San Ignacio de Loyola, dejé por completo el uso del respirador: ¡milagro completo! Interiormente sentía que podía vivir en una silla de ruedas, pero no podía imaginarme dependiendo toda mi vida de un respirador. Un mes después regresé a casa tras ocho meses muy complicados para todos. Fue entonces que me encontré con una gran pregunta: ¿Y ahora qué hago?

Persiguiendo el sueño Una vez dado de alta, ¿qué querías hacer? ¿Cuál era tu objetivo?
El desafío mayor y principal era estudiar Diseño Industrial en la Universidad Nacional de Córdoba. Para ello tuve que asesorarme muy bien. Gracias a Dios, conocí a un ingeniero que había quedado tetrapléjico varios años antes que yo; él también hizo su carrera universitaria a pesar de las limitaciones físicas. Sus consejos fueron muy importantes para mí al igual que su ejemplo de lucha; allí pude imaginar que con esfuerzo, ayuda y perseverancia mi meta era posible.

¿Cómo fue el ingreso a la universidad?
En marzo de 1993 mi hermana se llegó a la universidad y comentó mi deseo de estudiar con alumnos y docentes de la carrera para saber si tendría algún obstáculo por mi dificultad motriz. Todos le manifestaron su apoyo excepto por un docente que pensaba que sería traumático para mí estudiar con personas sanas físicamente. No voy a negar que este comentario me molestó, pero al mismo tiempo me dio fuerzas para demostrar que con los elementos necesarios podía ser uno más en la facultad.

¿Qué hiciste a partir de ahí?
Lo primero que me recomendaron fue estudiar informática, ya que esa iba a ser mi herramienta de trabajo y la manera de realizar mis producciones. Esto era fundamental ya que casi todas las materias eran prácticas, había que dibujar mucho y la computadora era imprescindible. Con mucho esfuerzo y con la ayuda de personas que siempre apoyaron a mi familia, me compraron la computadora. Luego conocería a mi profesor, quien me enseño a manejar un programa específico de dibujo. Esto transcurrió entre mayo y noviembre de 1993. Y en diciembre de ese año me volví a preinscribir en la facultad, estaba listo para comenzar.

Aceptar el desafío

¿Cómo fue cursar en la facultad? ¿El edificio estaba preparado para que te pudieras manejar en la silla de ruedas?
Mi padre presentó una nota en la cual pedía al director de la carrera que mis clases fueran en la planta baja ya que esa sede no tenía ascensores. En ese aspecto tanto las autoridades como los docentes fueron sumamente flexibles y atentos. El cursillo preparatorio comenzó en marzo de 1994. Para ir a la facultad necesitaba de la ayuda de toda la familia. Mi madre y hermanos me vestían, me pasaban a mi silla de ruedas y de allí al asiento del auto. Al llegar a la facultad me ubicaban nuevamente en mi silla y a estudiar!!

¿Cómo te sentiste en las clases, con tus compañeros, los profes…?
Mi padre me acompañó a clases todo el primer año, tomaba apuntes y me ayudaba en las materias teóricas mediante síntesis, era como un alumno más. Yo me dedicaba exclusivamente a dibujar, a estudiar esas síntesis y hacer mi rehabilitación diaria. Sin el esfuerzo y apoyo de ellos me hubiera sido imposible. El primer año fue el más difícil en todo aspecto, gracias a Dios a partir del segundo año contábamos con un vehículo utilitario que facilitaba mi traslado, solo un familiar me llevaba y buscaba. Por otro lado había ganado en confianza y amigos, ya que me animaba a quedarme solo con mis compañeros y profesores. Tuve compañeros excelentes y grandes amigos que compartíamos las clases y me ayudaban en todo.

¿Y con los profes?
También debo reconocer el trato que tuvieron conmigo los docentes; para ellos era un alumno mas y eso me reconfortaba. Uno podría pensar que tal vez los profesores me iban dar una ayuda especial por mi situación pero me exigieron como a uno más y eso me hizo sentir bien porque yo no quería que se hiciera ninguna diferencia a mi favor.

Alcanzar la meta

¿Qué ocurrió después?
El tiempo fue pasando y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba haciendo mi trabajo final. Mi tesis estaba orientada a algo que pudiera ser útil a la gente que tenía problemas como el mío, así que me enfoqué en algo relacionado a la ortopedia. En diciembre de 2000 y con la ayuda de varios compañeros, docentes y familia, me recibí de Diseñador Industrial. Sin duda alguna fue un logro personal muy grande, pero también una gran satisfacción para todas aquellas personas que me brindaron su apoyo durante esos años.

¿Pudiste dedicarte a la carrera?
Me dediqué a actividades más propias del diseño gráfico, haciendo renders, imágenes digitales con aspecto real. Siempre fue muy difícil establecerme laboralmente ya que entre la fisioterapia y enfermería no puedo dedicar el tiempo adecuado a un trabajo, sobre todo si hay un plazo para entregarlo. Pero igual sigo en actividad, sin bajar los brazos.

Gratitud

¿De quiénes te acordás al mirar atrás?
Quiero agradecer a todas las personas que estuvieron a lo largo de mi vida y tengo el temor de olvidarme de alguien y sería injusto. Hubo muchas personas que apoyaron a mi familia y a mí desde la oración principalmente; también colaborando con dinero para afrontar los gastos de mi internación por el accidente, se hicieron rífas, colectas y donaciones. Mis padres y hermanos fueron y son pilares fundamentales. El resto de mi familia: cuñados, sobrinos, tíos, primos y también amigos, fueron y son muy importantes en mi vida. Dios, por supuesto, la parroquia Sagrada familia es parte de mi vida, allí fue mi bautismo, primera comunión y confirmación. El cuerpo médico del Hospital Italiano, fisioterapeutas y enfermeros, todos excelentes profesionales que me apoyaron en todo momento junto con la amistad que me brindaron. Fuera del hospital me pasó lo mismo, Dios puso en mi camino grandes profesionales de la salud que ayudaron a mi recuperación. No puedo olvidarme de los amigos del colegio y de la universidad, que tienen también su lugar especial dentro de mí vida.

Soy un agradecido a Dios por haber conocido tanta gente buena; sin su ayuda hubiera sido complicado afrontar esta situación delicada.